¡Comienzo de Octubre! (II)

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En segundo lugar está la faceta deportiva, tristemente no la mía personal, sino la de entrenadora y psicóloga deportiva. Algo que me llena y me gusta muchísimo pero a la vez me resta mucho tiempo en comparación a la “remuneración” que recibo. A pesar de ello, sé que necesito realizar estas funciones porque sin ellas me sentiría menos yo.

En el ámbito del balonmano, debido a tener que compaginar mis horarios por las clases del Máster voy a estar entre dos aguas, ayudando a entrenar o entrenando, mejor dicho, equipo de alevines y benjamines. Equipos que, para todo aquel que haya estado en la posición de entrenador, requieren de mucho esfuerzo, concentración, trabajo y PACIENCIA. Es encantador por la evolución y el cariño que recibes de niños de estas edades, pero a la vez agotador el esfuerzo que debes poner para que progresen de la manera adecuada, pues estas etapas son clave para la formación deportiva de los niños. También espero poder ir compartiendo entrenamientos y ejercicios que vaya realizando con ellos pues me parece muy útil compartir información al igual que me nutro de otros compañeros.

En el otro costado aparece la función de psicóloga deportiva dentro de un Club de Fútbol, además de un apoyo más personal a uno de los equipos de este club, también de categoría alevín. La verdad que el rol me está encantando, disfruto muchísimo de las tareas que realizo y la libertad para aplicar distintas técnicas dentro del equipo. Mucho trabajo y empeño el que estamos poniendo por parte de todos los que formamos los cuerpos técnicos del club para conseguir que este crezca, progrese y consiga resultados favorables. Pero como ya sabemos no siempre los resultados nos acompañan, no siempre el viento es favorable y no todos los partidos son los esperados.

Esta semana hemos encajado varias derrotas, bastante duras, la verdad. Porque si algo es cierto en la vida es que a nadie que le guste competir le gusta perder, aunque forma es parte del juego.

Qué irónico, no paramos de repetirles a nuestros jugadores que el error forma parte del aprendizaje pero “que fallen ellos y así aprendan, ¿no?”. Aceptamos que ellos erren para mejorar y, al final, somos nosotros los que difícilmente asumimos esas derrotas porque creemos que nos definen como entrenadores o que dicen mucho de nuestro trabajo. Y, es cierto, muchas veces los resultados se dan porque detrás no hay una base sólida de trabajo que los sustente, pero otras tantas las circunstancias llevan a que el resultado se decante por pequeños detalles, por mínimos errores que hacen que ganes o pierdas. Y no hay más, sólo aprendizaje, saber qué debemos mejorar para que no se repita otra vez. Porque aunque una vez que sabemos lo que es ganar nos gusta hacerlo porque queremos volver a sentirnos así, lo que realmente nos hace luchar dando hasta el último aliento es no querer perder. Una vez hemos perdido y hemos podido saber lo que se siente al pensar que “tus sueños se esfuman” o “que podrías haber dado un poquito más para no sentirte así”, es en ese momento cuando decides que quieres huir de esos sentimientos.

Yo creo que nuestro movimiento viene más determinado por la huida y el rechazo de lo que no nos gusta que la búsqueda de lo que sí, de ahí que nuestras mentes estén programadas para fijarnos siempre en los detalles negativos. Porque una vez que nos damos cuenta de lo que no nos gusta o de lo que nos hace sentir mal, aprendemos qué es lo que realmente nos hace sentir bien y luchamos por ello dejando el alma y el corazón en esa lucha. Por ello, a pesar de que me encantaría que el fin de semana hubiera estado lleno de victorias y estuviéramos todos con una sonrisa en la boca por esos grandes resultados, creo que esto nos está acercando mucho más al objetivo que estamos buscando en nuestros equipos: que aprendan a competir y que luchen con todo lo que tienen para conseguir los objetivos que se han marcado.

Durante la pretemporada, con este equipo alevín, jugamos un torneo en el cual fuimos eliminados en la fase de grupos, algo que ni los niños se esperaban. Primero se mostraban algo confiados, luego algo nerviosos, después totalmente asustados y, por último, destrozados por la derrota. Al terminar el último partido yo lo tenía muy claro y así se lo transmití: “lo han querido más que vosotros, y así se lo han ganado y merecido”. Ese día supuso un puntito de inflexión para ellos que les demostró la cantidad de trabajo que les quedaba por hacer y las ganas que tenían de conseguir cosas importantes. Creo profundamente que estamos en la dirección adecuada y que ellos van caminando por donde deben, pero quizás esta derrota era necesaria para que surjan esas ganas de luchar por encima de todo.




Ahora toca afrontar una semana clave, hacerles creer que esto es sólo cuestión de trabajo y entrega, mantener su confianza bien alta para que puedan seguir progresando y, por supuesto, transmitirles ese mensaje de: “debéis quererlo y desearlo más que cualquier otro para que nadie pueda robaros vuestro sueño”.

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