Capítulo XV: Se agotan las fuerzas
Cuando
la cosa se calmó volví a acudir al traumatólogo, el mismo que me había
intervenido las dos veces anteriores de la rodilla derecha. Tras las pruebas
pertinentes y con los resultados de la resonancia en la mano la realidad volvió
a darme un bofetón, aunque no estaba sorprendida porque ya lo esperaba. El LCA
estaba roto nuevamente y la única forma de arreglarlo era una nueva cirugía…
Cansada
de las recuperaciones, de la rehabilitación y de las complicaciones que se me habían
presentado no me apetecía volver a pasar por quirófano. Sentía que ya no tenía
la fuerza suficiente para superar esa situación una vez más. Por esto decidí
esperar a que pasara el verano, trabajar la musculatura de las piernas muy bien
y prepararme mentalmente para lo que “se me venía encima”.
Me
conciencié de que debía ser la última operación de rodilla y que para ello
tenía que dedicarme a recuperarme sin pensar en nada más, por lo que decidí
dedicar la temporada por completo en rehabilitarme, evitando que la presión o
las ganas me hicieran anticiparme o cometer errores.
La
tercera operación de la rodilla derecha tuvo lugar en 1 de Septiembre de 2015.
El parón veraniego me vino genial, aproveché para sacarme el título de
Entrenador Territorial de Balonmano y para disipar las dudas que tenía acerca
si sería capaz de superar esta operación o no. Una vez más, recuperé toda la
confianza que podía tener en mí para trabajar duro y tener una mente orientada
todo lo posible al optimismo.
Por
supuesto eso no era suficiente y por el camino fueron cayendo piedras que
harían que todo se complicara un poquito más. Tuve diversas discrepancias con
el médico en la técnica que podría ser más beneficiosa para operarme. Mi cuerpo
había rechazado todo el material quirúrgico que me había puesto hasta ahora
(los tornillos), por lo que estuve investigando y vi que diversos médicos en
lugar de poner tornillos anudaban el ligamento. Quizás la recuperación sería
algo más lenta, no lo sé, pero no me importaba si eso suponía no volver a tener
que operar. El médico no estuvo de acuerdo y creyó que la manera más lógica de
arreglar el problema de que mi cuerpo expulsara el tornillo era poner una grapa
que cubriera todo el hueso que hiciera de tope.
Tras
pasar esos dos meses desastrosos el tercero parecía pintar mucho mejor. Todo
iba normal y el dolor iba disminuyendo hasta casi desaparecer o acostumbrarme,
ya no estoy segura.
Como
bien dije antes, esa temporada estaba dedicada en su totalidad a recuperarme y
a ejercer como entrenadora de un equipo infantil masculino, el cual me brindó
todo su apoyo y fue un pilar importante en el que aparcar mis pensamientos
lejos de mí o mi rodilla.
Pero
nada es lo que parece y menos cuando se trata de mis piernas. Durante un
entrenamiento pasó lo peor que pudo ocurrir… Fui a dar un pase a uno de mis
jugadores y al apoyar la pierna noté algo muy extraño, como que la rodilla se
movió por dentro y comenzó a dolerme mucho.
¿Adivináis lo que fue?, ¿no?.
Os
lo cuento en el siguiente capítulo.
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