Capítulo XVI: Dime que será imposible y lo intentaré con más fuerza
Por
supuesto no fue nada bueno.
Se me
rompió el menisco interno, el cual el médico decidió no tocar en la anterior
operación porque parecía creer que se pondría bien solo…
Recuerdo
tirarme al suelo y comenzar a llorar tapándome la cara. No quería que ninguno
de mis jugadores me viera en esas condiciones, me daba vergüenza encontrarme
así: en el suelo tirada, con un dolor espantoso y sin poder ponerme de pie.
Tuve la suerte de que uno de los mejores entrenadores del club estaba por allí
y pudo quedarse con el entrenamiento de “mis chicos”, mientras yo me sentaba en
una silla a pensar que los límites se rompen para bien y para mal y que mi
mente estaba sobrepasada ya.
Cuando
me tranquilicé un poco intenté mover la pierna y sentía una especie de bloqueo
al estirarla, es decir, tienen limitación en la extensión y un dolor agudo en
la zona interna de la rodilla…, no soy fisioterapeuta, ni traumatóloga, pero
entiendo bastante de las sensaciones internas de mis rodillas. Total, antes de
ninguna prueba ya sabía que el menisco interno estaba roto.
Y así fue.
Obviamente
tuve que pedir cita con el médico, que me hicieran una resonancia, esperar el
tiempo correspondiente a los resultados y, finalmente, ver como la mitad del
menisco estaba desplazado en la articulación de la rodilla.
De
nuevo la solución era pasar por quirófano, la cuarta vez que me abrirían la
rodilla derecha. A pesar de este nuevo obstáculo en el camino aún fantaseaba
con que sería la última operación, que me quedaría estupendamente (como la
pierna izquierda después de 6 intervenciones) y que podría volver a la pista a
disfrutar de mi deporte.
Ese
sueño se enturbió cuando al salir de quirófano el médico les dijo a mis
familiares que “dejara de jugar a balonmano”. Posteriormente, cuando me dio el alta médica DEPORTIVA, me lo dijo a mí,
pero nada, a modo de consejito.
à“Alguien me puede explicar, ¿cómo
un traumatólogo deportivo te da un alta médica deportiva diciendo que dejes de
hacer deporte? Si alguien lo entiende, por favor, que me escriba para explicármelo.
Si me das el alta es porque estoy en condiciones de reincorporarme a mi
actividad física deportiva normal, por eso es alta deportiva. Y si no estoy en
condiciones, NO ME LA DES. Pero eso de dar el alta y soltarte su “consejito”.
De verdad, que añadan más ASIGANTURAS DE PSICOLOGÍA en la carrera de medicina,
pero no una ni dos, unas cuantas por año, que sirvan de verdad y se queden bien
claritos los conceptos. ¿Cómo a una chica de 23 años, cuyo único propósito de
operarse es volver a realizar su deporte, le dices que le das el alta deportiva pero que
no lo practique?”.
Después
de este inciso diré que, por supuesto, ese médico dejó de tener toda la
credibilidad posible y dejé de confiar en sus recomendaciones y en todo lo que
había hecho. Llevaba 4 operaciones y ni siquiera me daba la seguridad de estar
bien después de que él, solo él, me había intervenido 4 veces para,
supuestamente, recuperarme.
Esto,
de alguna forma extraña, me dio más fuerzas para querer recuperarme más. “Dime que será
imposible y lo intentaré con más fuerza”. Así fue, gasté mi último cartucho a
lo largo de ese año. Estuve
realizando una recuperación muy lenta y concienzuda. Acudiendo a una clínica
privada para tener un equipo multidisciplinar que me ayudara a volver más
fuerte que nunca y estaba funcionando.
Durante
ese año tuve un gran apoyo en casa, personas que han hecho que llevar una carga
tan pesada como son 10 operaciones no costara tanto. Una persona que me ha dado
más de lo que podía soñar en esos momentos: felicidad, tranquilidad, un apoyo
incondicional que ya no sólo venía de mi madre y, sobre todo, fue capaz de
darme las fuerzas que yo no tenía. Desde el primer instante se lo dije: “gracias
por ser y estar”. Pero, de veras, GRACIAS. Desde que apareció se convirtió en
el pilar más fuerte con el que contaba para superar cada situación complicada.
Espero poder hablaros próximamente de la gran importancia que tiene el apoyo
social, con especial hincapié en el plano emocional.
De
repente, dejar de jugar había sido sustituido por entrenar a dos grupos de chicos
que me estaban haciendo vivir una experiencia nueva e increíblemente fascinante. Por un lado, un súper equipo benjamín con el que estaba disfrutando de su aprendizaje cada segundo.
Por otro lado, un equipo de infantiles con los que estaba comenzando a disfrutar,
de corazón, dirigiendo desde el banquillo. Conseguimos, con mucho trabajo y esfuerzo, que
germinara en ellos la pasión por el balonmano que yo he tenido desde que comencé,
que empezaran a soñar a lo grande y, sobre todo, que CREYERAN EN SUS POSIBILIDADES.
Fue increíble notar cómo se iban contagiando de todo aquello. Los resultados
fueron lo de menos, pero conseguimos ganar esa liga y tuvimos una primera
experiencia en el ansiado “CADEBA”.
Lo
más importante fue que se convirtió en un antes y un después para todos los que
formamos aquel grupo.
Mientras
tanto, en la sombra, el trabajo con el readaptador deportivo (y aún más en la
sombra, de la psicóloga deportiva), estaba dando sus frutos. Me encontraba
mejor, no había complicaciones y el avance era notable.
Pasaron los meses y en
verano tuve la primera oportunidad de irme a probar al extranjero. Tristemente
no pude vivir esa experiencia porque me pedían ir en el mes de Mayo y el tiempo
de recuperación para esas fechas aún no se había cumplido. Así que tuve que
abandonar ese sueño de jugar en el extranjero para seguir, con mucha
perseverancia, recuperarme sin prisas.
Cuando
llegó el mes de Julio decidí, junto con esa persona que es mi apoyo incondicional, vivir una
nueva experiencia. Irnos a la ciudad de Alicante para saborear de cerca lo que
había sido el Club de su vida, de su infancia y de su corazón.
Un
camino lleno de rosas y espinas que no puedo esperar a contaros.
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