Capítulo VIII: Rodilla Izquierda 2.0 (Parte I).

En Madrid comienza una nueva etapa. Terminan las incompetencias médicas y, por fin, consigo sentirme segura con el médico que me trata (una eminencia donde los haya).
Fueron dos años muy duros en los que tuve que viajar casi semanalmente a Madrid, también viví una nueva etapa en el ámbito escolar, pues era la primera vez que salía de mi colegio de toda la vida a un instituto para poder realizar el bachillerato. Los cambios normalmente no gustan, es difícil adaptarse a lo que viene, no gusta manejarse entre la incertidumbre porque esto genera mucho miedo pero, al final, salir de esa zona de confort es lo que hace que crezcas y madures. Sinceramente creo que lo que había vivido con tan solo 16 años era algo que me había sacado de mi zona de confort totalmente y, a pesar de que hubo muchos momentos muy complicados, salir de todos y cada uno de ellos me han hecho convertirme en lo que soy hoy, con defectos e imperfecciones, pero una luchadora llena de motivación por la vida.
Pues bien, la primera vez que aparcamos al lado de aquella inmensa clínica me sentía muy nerviosa; tenía un miedo atroz. No sabía si el médico estaría dispuesto a tratarme, ni siquiera sabía si había solución para mi rodilla (lo último que me dijo un médico fue que debería de olvidarme del deporte y que podría quedarme coja).
Recuerdo bien que tuvimos que esperar muchísimo… Yo creía que en las clínicas privadas no se daba esto, pero es justo al contrario, cuanto mejor es el doctor, mayor es el número de pacientes que impacientes buscan su ayuda (al igual que yo). Cuando nos pasaron a la consulta, estaba ahí, una leyenda médica, sentado en su silla esperando a saber que le pasaba a “la chiquilla granadina”. Después de mostrarle el historial médico y contarle con los máximos detalles todo lo que había ocurrido su respuesta hizo que explotaran en mí emociones contrapuestas. Por un lado, sí, absolutamente sí iba a hacer todo lo que estuviera en su mano para dejarme con una rodilla para practicar deporte, PERO (siempre hay peros…) no podía operarme hasta que la rodilla estuviera un poco más sana y la musculatura más fuerte.
No podía creerme que si que había esperanza para mí, para mi deporte, para mi felicidad.
Este doctor se convirtió en un héroe, al igual que mi madre, por hacerlo posible. Nos explicó con mucha tranquilidad que ellos usaban una nueva técnica en la que sustituían los meniscos por uno artificial hecho de un material especial (no recuerdo con claridad lo que era). Es decir, no sólo iba a poder tener un ligamento nuevo, sino que iban a conseguir ponerme un menisco. ¡Un sueño hecho realidad poder tener una rodilla “medio normal”!.
Los meses no pasaron nada rápido, mucho gimnasio combinado con ejercicios de fisioterapia y al cabo de seis meses llegó el ansiado día en el que me dijeron que ya estaba lista para operarme. Me cambiarían el ligamento y me pondrían un nuevo LCA y, por otro lado, me pondrían un menisco artificial.
Todo parecía conjugarse para ir bien. Ahora las tornas estaban cambiadas y parecía que al fin podía pensar que todo acabaría pronto. 
Y llegó ese ansiado día, 30 de Marzo de 2010…

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