Capítulo XII: Ley de Murphy

Como la mayoría de vosotros sabéis, ir a urgencias cuando crees que te has roto los ligamentos de la rodilla es un poco “pérdida de tiempo”. A pesar de ello, cumplimos con el protocolo; me hicieron una radiografía, me vendaron la pierna y para casa. Con el miedo en el cuerpo pedimos la cita con el traumatólogo, un excompañero de mi madre que años atrás operó a mi hermano de la rodilla, por lo que teníamos bastante confianza en él.
La cita nos la dieron bastante pronto y a la semana siguiente ya estaba presentándome en la clínica. Nos llevamos una gran sorpresa al pasar a consulta ya que no nos encontramos al médico que buscábamos sino a su hermano, también traumatólogo, pero con el matiz de ser especialista en hombros..., ¡un detalle sin importancia, ¿verdad?!.
Cuando le explicamos que mi problema era la rodilla nos dijo que él estaba especializado en hombros pero que no me iría de la consulta sin ser revisada. Tras realizarme la prueba del “cajón” para comprobar el estado del LCA, y algunas más para chequear el estado de los meniscos, su opinión era que la rodilla estaba medianamente estable, que parecía ser un esguince pero había que cerciorarse a través de una resonancia. Cuando salimos, mi madre se percató de que su hermano (el traumatólogo que buscábamos) estaba pasando consulta en el pasillo de enfrente, así que fue rápido para explicarle que la compañía de seguros se había equivocado y nos había mandado a su hermano en lugar de a él. El médico le dijo a mi madre que esperáramos fuera de la consulta y que cuando saliera su último paciente podríamos entrar. La verdad que debo agradecerle que se haya portado tan bien con nosotras en este aspecto, aunque en lo referente a las cirugías no haya tenido la misma suerte. Una vez salió el último paciente pudimos entrar, me exploró la rodilla y las conclusiones coincidieron con las de  su hermano, así que me fui a casa bastante contenta pensando que después de los 4 años de martirio con la rodilla izquierda podía asomarse “la señora suerte” por mi ventana.
Me mandaron la resonancia magnética y fui citada para realizármela unas dos semanas después. La rodilla estaba evolucionando mejor, no me dolía apenas y el líquido casi había desaparecido. Seguía con mi optimismo intentando convencerme de que esta vez no me pasaría nada desastroso y no habría operación.
Recuerdo con total claridad el momento en el que fui a por los resultados. Tuve que ir yo sola a por ellos pues era por la mañana y mi madre estaba trabajando, estaba realmente asustada. Hacía un día de perros, muy nublado y preparado para llover..., parecía un presagio. Recogí el sobre con el informe y las imágenes en recepción y salí rápido de la clínica. No pude esperar a llegar al coche para verlos, necesitaba verlos y terminar con esa angustia. Abrí el sobre y comencé a leer de camino al coche...
Empezaron a caer lágrimas de mis ojos sin control, no podía parar. Tuve que sentarme en el suelo para asimilar lo que estaba leyendo porque no me lo creía. Lejos de ese optimismo que quería mantener mi mente tenía roto el LCA (ligamento cruzado anterior), el LCP (ligamento cruzado posterior) y el menisco interno de la rodilla derecha.
En ese momento todo mi mundo comenzó a venirse abajo. “¡No puede ser, tres años viviendo de nuevo lo que más me gusta, tres años saboreando cada segundo de entrenamientos y partidos y ahora..., ahora todo mi sueño se viene abajo, tengo que empezar de cero!”.
Solo pensaba en tener que hacer otra recuperación, otros 7-8 meses sufriendo, trabajando, rehabilitándome... No me sentía con fuerzas, lo había dado todo en esos años anteriores, no podía pasar por todo eso otra vez...
Fui corriendo al coche porque empezó a llover. Les mandé un largo audio a mis amigas y compañeras de equipo entonces y llamé a mi madre para contarle acerca de los resultados, bueno más bien fue para llorar hasta que no me quedaron más lágrimas y desahogarme con la vida...
Mi pobre madre..., todas y cada una de las veces ahí, preparada para sostenerme, abrazarme y ayudarme a levantarme. Entiendo de donde he sacado la fuerza suficiente para superar este camino lleno de cirugías... Cuando tienes una persona tan fuerte a tu lado no puedes hacer otra cosa que aprender de ella y querer copiarla.
Esa tarde aparecieron mis amigas por casa para darme un poco de ánimo, significó mucho para mí, necesitaba de todo el apoyo posible en esos momentos. Creo que nunca lo hablamos después y aprovecho este capítulo para deciros GRACIAS chicas, sentiros cerca me dio mucha fuerza.
A la semana siguiente, un poco más repuesta del golpe recibido con los resultados, acudí a la consulta del traumatólogo, esta vez al menos sí que era el correcto.
Tras ver el informe ambos lo teníamos claro, no había más opciones. Entraría a quirófano por séptima vez.

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