Capítulo XIV: Tocando el cielo

Durante un entrenamiento con el equipo juvenil masculino con el que entrenaba de lunes a miércoles volvió a tocar a mi puerta la “Señora Mala suerte”. Era el final del entrenamiento y ya estábamos más relajados. Tirando de pillería robé un pase del portero al lateral derecho y cuando fui a encarar al siguiente jugador… 
Caí al suelo gritando con ese quemazón dentro de la rodilla que yo tanto conocía, me limité a gritar el nombre de uno de los compañeros que estaban allí para que viniera y no paraba de repetir: “¡mi ligamento joder, mi ligamento!”, aguantando todo lo que pude el dolor y golpeando el suelo con la mano.
No fui consciente del tiempo que pasó hasta que me tranquilicé, quizás un minuto, quizás menos; para mi esos segundos fueron eternos. Una vez me recuperé y me senté en un banquillo me di cuenta de que no la sentía tan mal, obviamente no podría conducir por lo que tuve que llamar a mi madre para que viniera a por mí y dejar mi coche allí aparcado. Llamé a mi entrenador para que conociera la situación y me preparan el papeleo para acudir de nuevo al médico. 

Como era de esperar me pidieron una resonancia para comprobar los daños que la rodilla había sufrido y en cuestión de dos semanas me veía en la misma situación que 8 o 9 meses atrás. Los resultados de la resonancia hablaban de una rotura parcial del LCA,  y esa fue la excusa perfecta para decidir obviar que los resultados podían estar equivocados y que lo único que necesitaba era ponerme fuerte “como un toro”.

Y así lo hice, durante tres meses no toqué la pista de balonmano, me dediqué a estar dentro del gimnasio poniendo todo mi energía en que las piernas estuvieran fuertes y estables. Este fue mi primer contacto con el Crossfit y la verdad que me encantó. Tuve la suerte de encontrar a un grupo de amigos que estaban entrenando a Crossfit por su propia cuenta, la mayoría de ellos entendían muy bien del tema, se preparaban y estudiaban los movimientos y me ayudaron a iniciarme en este tipo de entrenamientos. 

Cuando llegó el parón de Navidad me sentía más fuerte que nunca, en cuestión de un mes y media había mejorado la musculatura muchísimo y, además, había mucha fuerza en el tren superior, cosa que me ayudó no sólo a lanzar más fuerte, sino también a defender mejor.
Tras continuar durante mes y medio entrenando con incorporación progresiva al trabajo de pista conseguí llegar a jugar el último partido de liga, partido decisivo que debíamos ganar si queríamos jugar la fase de ascenso. Después de tanto tiempo sin competir lo que sentí ese día fue algo maravilloso. No estaba en absoluto nerviosa, sabía que estaba preparada, que mi cuerpo iba a responder a la perfección porque había trabajado para ello y que debía limitarme a aportar en la faceta defensiva para sentirme segura. El partido fue un éxito y conseguimos la victoria que necesitábamos, todas gritando, irradiando felicidad y saltando y celebrando que lo habíamos conseguido a pesar de las dificultades que se habían presentado a lo largo de la temporada.

Los siguientes meses se centraron en preparar el equipo para competir la fase de ascenso lo mejor posible. En medio de esto apareció el torneo con el equipo de la universidad. Yo necesitaba jugarlo por los créditos que te daban por ello, por lo que durante varias semanas tuve el doble de carga, entrenamientos con mi equipo y entrenamientos con el equipo de la universidad.
En este equipo había muchas amigas con las que ya había jugado, amigas de toda la vida con las que disfrutas de verdad estando en la pista, por lo que era otro “por qué” que me hacía tener muchas ganas de jugar y competir junto a ellas. Casualmente tuvimos que jugar contra la Universidad de Almería, dos partidos, ida y vuelta. Si ganábamos nos clasificábamos para competir la siguiente fase y luchar por los 4 primeros puestos a nivel de Andalucía y esto daba opción a jugar el Campeonato Nacional. Obviamente cuanto más clasificación más créditos por lo que las ganas puestas fueron máximas.

Ganamos un partido y empatamos el otro, por lo que nos clasificamos. 



La semana antes de jugar la siguiente fase universitaria yo tuve que concentrarme con mi equipo para preparar la fase de ascenso por lo que no podía entrenar con el equipo universitario, pero después de haber sacrificado varias semanas doblando entrenamientos no creía que fuera un problema. ¡Pero parece que estaba equivocada!, cosas de la vida, un día estando en los vestuarios del gimnasio me llamó el entrenador del equipo universitario y me dijo que una vez clasificado el equipo ya no hacía falta que fuera más, (“Jajá ¿qué bueno verdad?”). O sea, me había sacrificado durante semanas metiéndome doble de carga, sabiendo que me exponía a hacerme daño en la rodilla, y ahora que ya estaba todo hecho ¿me apartaba del equipo?. Evidentemente pregunté el por qué y me dijo que resultaba que ya tenía jugadoras suficientes que si que irían esa semana que yo no podía asistir… “pero, esas personas no han estado yendo las semanas anteriores, de hecho no están ni si quiera jugando actualmente, no lo entiendo”. No hubo contestación. Por supuesto, para mí esta persona dejó de tener valor como entrenador y menos como gestor de grupo. Lo gracioso es que me enteré que se llevó a trece jugadoras, por lo que mi vacante no se cubrió, y si que incluyó a una compañera no universitaria en el staff técnico. “Muchas gracias por quitarme una experiencia que me había ganado, entrenador”.
Os cuento esto, porque me afectó mentalmente, como es lógico. Pero la carga física que tuve que soportar quizás fue determinante para lo que ocurrió más tarde. 

Llegamos a la fase con la intención de competir lo máximo pero sin objetivo claro. Dimos todo lo que teníamos, aunque no fue suficiente. Tras luchar con uñas y dientes el primer partido acabamos perdiendo por poco. El segundo partido fue mucho más físico y para mí era lo peor que podía pasar. En la segunda parte tras un duro contacto en carrera noté como la rodilla se movía por dentro, me salí del campo cojeando y diciéndole al entrenador que ya no podría contar conmigo.

Me fui con un amargo sabor de boca. No pude jugar el tercer partido y, como ya me olía, todo pintaba a que se acercaba una nueva operación.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ideas para entrenamientos de Benjamines (Balonmano)

¡Más entrenamientos para Benjamines! (Balonmano)

Altibajos emocionales durante la recuperación