Capítulo X: ¡Vuelvo a ser yo!

Ya sé lo que estaréis pensando… “A ver Cristina, después de todas las operaciones y de los miles de altibajos (más bajos que altos por lo que cuentas) que has tenido..., ¿por qué tienes ganas de volver?”.
Para muchos de los que estáis leyendo esto sé que la respuesta es “sencilla” porque sentís lo mismo que yo, pero para todos los demás que no lo entendéis, trataré de explicároslo en este capítulo.
Tras reabsorberse el líquido que me salió en la parte interna del muslo, me encontraba en plenas condiciones, por lo que..."¡FUI DADA DE ALTA!".
No me lo podía creer, ¡era libre!. Tenía mil emociones que luchaban por salir, quería explotar de felicidad. No sabía cómo agradecer a ese doctor lo que había hecho por mí. No me refiero al hecho concreto de poder volver a hacer deporte, que también, sino al de que me volvió a dar esperanzas. Me dio la capacidad de volver a soñar con todo lo que había soñado hasta entonces en mi deporte y no encontraba palabras para agradecer tanto. Al igual que al doctor, a mi fisioterapeuta y, por supuesto, a mi HEROÍNA, mi madre.
“Gracias mamá por darme la vida, devolverme la alegría y quererme como lo haces”.
En la Semana Santa de 2011 comenzó una etapa totalmente nueva que estaba ansiosa por vivir. Fui a visitar a una amiga, que ahora es como mi hermana, la cual vivía en Almería y conocí a través del balonmano, concretamente en la selección andaluza. Durante la semana que estuve allí le pregunté si podía entrenar con su equipo juvenil el “Club Balonmano Roquetas”. [Os sitúo temporalmente: Después de las dos operaciones realizadas en Madrid yo tenía 17 años y era juvenil de segundo año. Debido a las operaciones me había perdido el primer año de juvenil y aparentemente el segundo]. A su equipo sólo lo había visto cuando nos enfrentamos en anteriores campeonatos siempre jugando en contra, pero había algunas compañeras que también habían estado en la selección por lo que tenía una gran relación con ellas.
El entrenador accedió y todas las compañeras me recibieron con los brazos abiertos. Se encontraban en una fase muy avanzada. Y habían conseguido clasificarse para los cruces nacionales cuando aparecí de casualidad y tuve la enorme suerte de que me dejaron sumarme al equipo. Esto no pudo hacerme más feliz, ¡no solo volvía a jugar sino que encima compartiría vestuario con amigas que conocía de hacía años!
La experiencia fue algo FASCINANTE. Después de haber estado tirada en el barro, luchando por recuperarme y salir de ahí, podía saborear mucho más cada segundo que disfrutaba DENTRO y FUERA del campo. ¿Por qué pongo esto en mayúsculas? Pues bien, cuando te reincorporas a la pista después de una lesión no vuelves de la misma forma en la que te fuiste. Tu cuerpo y mente han cambiado, pero los recuerdos que tienes en tu cabeza en cuanto a tu “yo deportivo” son los anteriores a lesionarte…, aparecen muchos momentos de frustración por no verte como antes, por no ser capaz de hacer muchas cosas que antes hacías con facilidad, pero en esos momentos debes ponerte pequeños objetivos de rendimiento que te ayuden a ver lo mucho que avanzas para mantener tu motivación a flote y tus pensamientos siempre en modo positivo.
Gracias a esto, que lo aprendí a base de sufrir mucho durante mucho tiempo, pude saborear aquel campeonato como si hubiera sido una pieza fundamental del equipo (aunque estuve muy lejos de serlo), para mí simplemente estar en el campo, luchar un balón, correr, gritar…, esa era mi victoria.
Como digo fue una experiencia maravillosa. GRACIAS a ese maravilloso club Balonmano Roquetas y gracias a todas y cada una de las chicas que formabais ese equipo, con mención especial a mis AMIGAS y al cuerpo técnico que me dio la oportunidad de vivir aquello. GRACIAS DE CORAZÓN, me disteis tanto sin saberlo…
¿Y por qué mi único objetivo era volver? Porque necesitaba sentir todo eso. La gratitud de la gente que comparte mi misma pasión, la satisfacción de dar el resto junto con un grupo de compañeras y amigas, la sensación de no poder más y buscar hasta en el más recóndito lugar de ti algo que te impulse para correr 1 metro más… Necesitaba sentir eso y vivirlo un poco más. Luego están, por supuesto, las miles de aventuras que se viven en los campeonatos como ese momento en el que decidimos bañarnos en ropa interior en la piscina del hotel, ja ja. ¡Vaya momentazo!, ¿cómo surgió la idea? Ah saber…, pero ahí estábamos todo el equipo quitándonos la ropa para meternos como locas en la piscina.
Tuve la suerte de que me aceptara un equipo ganador. Pasamos esa primera fase (en la que aún no pude jugar demasiado, quizás 5 minutos en el total de 3 partidos, pero debía ir con calma y pisando con pies de plomo). En la última fase del nacional guardo otra anécdota "fantástica". Supongo que mis compañeras la recordarán, aunque no con tanto ímpetu como yo. La semana antes de jugar la fase final estábamos entrenando a tope, había que terminar de ultimar muchas cosas y queríamos hacer un gran papel porque el campeonato se jugaba allí mismo en Roquetas de Mar. El caso es que nos encontrábamos entrenando una jugada, recuerdo que yo desde el lateral debía irme a doble pivote. Total, que paso el balón desde el lateral izquierdo y me voy a 6 metros con la mala suerte de que me choco con una compañera y se me engancha el dedo meñique en el peto… Con una TRANQUILIDAD pasmosa dije: “¡Chicas me he roto el dedo!”. Soltaron todas en conjunto una carcajada monumental, pues pensaban que lo estaba diciendo de broma, ellas dicen que creían eso por la tranquilidad que mostré y no les quito razón, supongo que después de tanto cruzado el umbral del dolor había subido mucho. Como nadie me hacía caso repetí: “¡¡¡No, en serio, que me he roto el dedo!!!”, esta vez levantando la mano y enseñando el dedo meñique que hacía un precioso ángulo de 90 grados. Les cambió la cara a todas (vaya situación tonta y la de veces que nos hemos reído con esto), lo siguiente fue aún mejor. El entrenador se acercó lentamente a mí, me pidió que me sentara en el suelo, y con una tranquilidad y frialdad enorme movió mi dedo y pim-pam todo estaba en su sitio. Vendaje y a seguir (no me lo rompí al final, fue una luxación).
De ese campeonato me llevo momentos mágicos de mi vuelta, un baño en una fuente y una medalla de bronce (Terceras de España). Volví a casa con muchos valores aprendidos y, sobre todo, me di cuenta de que hay que luchar por lo que uno quiere porque siempre hay gente que lo pasa peor. Por encima de todo me llevo ese: “ÁNIMO NADIA”.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Ideas para entrenamientos de Benjamines (Balonmano)

¡Más entrenamientos para Benjamines! (Balonmano)

Altibajos emocionales durante la recuperación